Sideroploide, a los hombres del mar

Salvador Aulèstia era un hombre visionario que propuso un día hacer una escultura en el Puerto de Barcelona que fuera un homenaje a los hombres que trabajan en el mar. Quería utilizar sólo chatarra de barcos en desguace, en un momento de crisis en los talleres portuarios y así -dicen- dio trabajo a unas 40 personas durante los dos años que duró la realización de su obra. Decían que en su momento era la escultura más grande del mundo en hierro forjado. Aulèstia y sus colaboradores tenían que emplear la grúa para desplazar las piezas y utilizar el martillo y el soplete de oxiacetileno en lugar del cincel para dar la forma que querían. Fue inaugurada el final de la escollera, donde en 1963 llegaban las Golondrinas, barcos de recreo que unen el puerto viejo con la escollera. El tiempo la fue pudriendo y hubo que sacarla de su emplazamiento. Su hijo Anastasi y un grupo de artistas e intelectuales interesados ​​en la obra de Aulestia se movieron para que no quedara arrinconada en un almacén, y Pere Casanovas, un escultor de Mataró, la restauró y pintó de color dorado para darle una protección que, sin embargo, la desvirtúa un poco. La escultura cambió de situación. Ahora se encuentra, desde junio de 2001, en el Muelle de los Pescadores, ante el World Trade Center. La restauración costó 65 millones de pesetas. Irónicamente, ninguno de los dos nombres por los que es conocida no corresponde a lo que le dio Aulèstia: Ferroestructura número 5.