San Rafael

La fachada gótica del Ayuntamiento de Barcelona en la calle de la Ciudad está presidida por una imagen monumental del arcángel San Rafael.

Se trata de una escultura muy notable, el autor de la que nos es desconocido. Sin embargo, debido a que sus amplias alas de bronce son obra documentada de Pedro Sanglada y por razón de su estilo, ha sido atribuida con fundamento a este maestro, que es quizás el escultor más significativo en el proceso de introducción del dedo gótico internacional en la ciudad de Barcelona, ​​mediante una obra tan representativa como la sillería coral de la catedral de esta ciudad.

La fachada que sirve de marco al arcángel, aunque mutilada el siglo XIX, es una muestra muy relevante de la arquitectura gótica civil catalana y obra del excelente arquitecto Arnau Bargués.

Documentalmente, constan las deliberaciones que tuvieron lugar el 25 de abril de 1400, entre los consejeros de Barcelona y un ciudadano "que no quiere su nombre sea publicado", a fin de decidir dónde debía ubicarse el arcángel que el anónimo dando haría hacer a sus costas por la gran devoción que le tenía. La decisión fue que fuera "puesta sobre el portal mayor y fuera de la Casa de la ciudad, en la parte de fuera, esto es, sobre la señal Reyal aquí puesto". También se adquirió el compromiso de no mudarse de lugar.

El estilo de la escultura se inscribe en lo que es representativo en el gótico internacional: el virtuosismo técnico, un gusto por el decorativismo mediante el ritmo de los pliegues de la ropa y de los cabellos rizados que no es incompatible con un sentido claro de la monumentalidad y la riqueza del juego del claroscuro.

Aunque hay que tener presente en este caso la devoción particular del ciudadano que hizo la ofrenda de la escultura, como determinante para la elección de la representación de San Rafael, se converge también la circunstancia de que en esta época los consejos municipales menudo impulsaron el culto al Ángel Custodio y los arcángeles, sobre todo en san Miguel, pues se creía que tenían el don de proteger a la población del terrible azote de la peste. Por eso las capillas municipales o las puertas de las murallas -como la antigua Puerta del Ángel de Barcelona, ​​el recuerdo de la que aún conserva una calle actualmente a veces les eran dedicadas y lucían sus representaciones, que a menudo se confundían entre sí para que los atributos se intercambiaban.