La Ola

La plaza del Àngels fue, hasta los Juegos Olímpicos, una pequeña ampliación de la calle de los Ángeles en su esquina con Elisabets. Al construirse el edificio del Museo de Arte Contemporáneo, se dejó entre éste y la capilla de los Ángeles una gran plaza enlosada que tomó el nombre de aquella, aunque no era exactamente una ampliación, sino una transformación radical. En esta plaza se pusieron al final de los años noventa una escultura y un friso de autores vascos, de Guipúzcoa, una de Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) y esta de Jorge Oteiza (Orio, 1908 - San Sebastián, 2003). Sus dimensiones colosales han ayudado a llenar un poco el vacío del nuevo espacio urbano.

La ola está inspirada en una escultura de 5 cm realizada en bronce en 1957, cuando Oteiza experimentaba con piezas de pequeño formato y formas cóncavas y convexas. Forma parte de su última etapa, ya que poco después de hacerla abandonó la actividad escultórica para dedicarse a la poesía. A partir de aquella se hizo una ampliación de madera, ya con las dimensiones actuales y, a partir de esta maqueta, se hizo la pieza definitiva de aluminio pintado de negro, color que contrasta con el blanco del edificio del museo vecino. Lleva una dedicatoria al director de la Fundación MACBA, Leopoldo Rodés, aludiendo a la afección de este por el deporte de la pelota vasca. Pesa tres toneladas y media. La financiación corrió a cargo de la empresa Media Planning.

En la colocación de la escultura en la plaza de los Ángeles, el 3 de julio de 1998, asistió el autor, que tenía ya 90 años, acompañado de su ayudante Ion Incháustegui. En la plaza, el arquitecto Richard Meier propuso inicialmente una escultura de Frank Stella; después, por razones económicas, pero también por no identificar de una manera tan directa a un artista con el museo, se abandonó la idea. Posteriormente se planteó un proyecto de Richard Serra; pero su peso elevado la hacía incompatible con la estructura de la plaza que, de hecho, es la cubierta de un aparcamiento. Finalmente, la Fundación, junto con diferentes patrocinadores, propuso situar tres piezas, las dos de Oteiza y Chillida ya colocadas y otra de Susana Solano, en el patio posterior, que se desestimó al considerar que el patio libre era necesario para las actividades del Museo.