Fuente de Santa Anna

La construcción de esta fuente proviene de la época en que Barcelona se dotó de agua potable y fue una de las primeras que se hicieron con este motivo. Para poder realizar, en 1356 el Ayuntamiento derribó una casa de lo que entonces era la plaza de Santa Ana, que estuvo cerrada por la parte de montaña hasta la apertura de la avenida del portal del Ángel en vísperas de la Exposición Universal de 1888.

Desde su origen, la fuente fue sometida a varias restauraciones (una lápida escultórica que se conserva en el frontispicio deja constancia de una del siglo XIX); pero la más importante, que la dejó prácticamente en el estado en que ahora la conocemos, data del 1918. La iniciativa fue de Jaume Bofill y Matas, cuando era concejal de la Liga en el Ayuntamiento de Barcelona. Se suprimió una valla que la tapaba los ojos de los peatones y se pusieron los cinco paneles de cerámica decorativa novecentista y unos jarrones de cerámica vidriada que coronaban la parte superior. Tanto una cosa como la otra fueron obra de Josep Aragay Blanchart (1889-1973), que recibió el encargo justo cuando acababa de llegar de una estancia de un año en Italia, becado por el Ayuntamiento, por estudiar las técnicas de decoración mural.

Por el proyecto pagaron a Aragay 500 pesetas y para la ejecución pictórica 2.000 pesetas más. La ejecución técnica de las baldosas y los jarrones costó al Ayuntamiento otras 1.500 pesetas. La restauración quedó terminada la primavera de 1918.

Los jarrones fueron sufriendo desperfectos hasta desaparecer por completo. El 7 de mayo de 2002, el Instituto del Paisaje Urbano firmó un convenio con un patrocinador para hacerlos de nuevo. Los moldes se conservan en el museo municipal José Aragay, de Breda, donde fueron a parar los materiales del taller que el artista mantuvo en esa ciudad desde 1925 hasta su muerte. Asimismo se llevó a cabo, el mismo mes de mayo, una restauración general de la fuente.